HIPNOSIS CLÍNICA REGRESIVA ORIENTADA A LA DESCONEXIÓN REPTIL
Después de décadas de distorsión e interferencia, hoy contamos con una metodología clínica precisa y objetiva que permite acceder, de forma directa y consciente, a las profundidades del subconsciente. Esta herramienta, lejos de ser teórica, nos permite:
Contactar con seres luz y deidades influyentes en la trama planetaria y humana.
Reconocer razas, nombres y origen dimensional del que provienen.
Liberarte de fuertes controles vibratorios impuestos desde la cuarta dimensión.
Este trabajo profundo ya no pertenece al campo de lo ideal o lo inalcanzable. La desconexión del control reptil es hoy una posibilidad concreta, real, disponible. Una práctica que abre las puertas a una vida de soberanía vibratoria, lucidez interior y auténtica libertad.
PARÁMETROS POSTSESIÓN
Cuando una persona decide avanzar hacia un cambio real y profundo, debe saber que la sesión de hipnosis regresiva puede marcar un antes y un después. Desde ese instante, el camino continúa, pero esta vez como una tarea individual, íntima y no transferible.
Es responsabilidad del ser humano sostener lo que ha despertado. Esto implica:
Conservar la conexión con su naturaleza luz y con los parámetros de coherencia que le son propios.
Mantener un campo vibratorio estable, atento, protegido.
Habitar un entorno vital limpio, donde no prosperen circunstancias densas, extremas o destructivas.
Este trabajo es diario. Se sostiene con consciencia sí. Porque habitamos un mundo en el que la luz y la oscuridad coexisten, y reconocerlo nos empodera.
Requiere decisión. Requiere presencia. Requiere fidelidad a lo comprendido.
Y exige aplicar esa comprensión —la desconexión— en cada decisión, en cada vínculo, en cada instante que deseamos vivir con plenitud.
EVALUACIÓN DE LA TURBULENCIA INTERNA
Toda forma de duda, conflicto, diálogo mental o pensamiento intrusivo no pertenece a la determinación del gen luz ensamblado en el humano. Estas distorsiones no emergen de su verdadera esencia, sino que son manifestaciones automáticas de su base genética reptil, de la programación de la matriz holográfica y de otras instancias activas del control existente.
La evaluación regular y profunda de la turbulencia interna —especialmente de sus extremos— no es un mero ejercicio intelectual, sino una herramienta esencial para reconocer y desactivar los mecanismos de la naturaleza antagónica al Ser Luz. Observar y discernir los opuestos que surgen dentro del campo mental permite ver con claridad por dónde las entidades intentan aún influir o reimplantar su presencia.
Es en los temas más vulnerables —físicos, emocionales o conductuales— donde este antagonismo se manifiesta con mayor fuerza. Por eso es fundamental identificar las rutas típicas de intervención: los impulsos automáticos (estímulo-respuesta), la actividad mental compulsiva y los hábitos alimenticios o sensoriales.
La práctica constante de esta evaluación revela, poco a poco, que pensar no es necesario para vivir desde el Ser. Al contrario: comprender a fondo la turbulencia mental lleva, de manera natural, a un estado de silencio, ecuanimidad y presencia real.
NO PENSAR
Pensar sin dirección consciente fragmenta la coherencia interior y debilita la conexión con el Ser Luz. El pensamiento descontrolado no es una herramienta neutra: es una puerta abierta a la interferencia. Cada vez que se activa el diálogo interno de forma automática o repetitiva, se habilita un campo vibratorio compatible con entidades de cuarta dimensión, que aprovechan ese vector para reimplantar su presencia en la vida de la persona. Aunque se haya realizado una desconexión del control reptil, el exceso de pensamiento puede volver a atraerlos.
El Humano Luz no necesita pensar: siente, sabe y actúa desde la certeza del sentir. Su orientación interna es directa, sin intermediarios ni circuitos mentales que debiliten su energía. Por eso, el pensamiento debe usarse sólo cuando es estrictamente necesario para resolver algo inmediato, y luego debe soltarse. Esta funcionalidad momentánea del pensar es completamente distinta al hábito cultural de pensar todo el tiempo, como si el pensamiento fuera el centro de la experiencia humana. No lo es.
Un cerebro en silencio no está vacío: está disponible. Un cerebro en quietud no se apaga: se alinea. El silencio mental profundo permite que se active la verdadera inteligencia, que no proviene del cálculo ni de la memoria, sino de una conexión directa con el campo original. Es desde ahí que surgen las respuestas precisas, las decisiones correctas y el goce de estar plenamente presente.
Por eso, el acto de no pensar no se trata de reprimir el pensamiento, sino de restaurar la centralidad del sentir
como fuente de dirección interna.
VIVIR EN EL AQUÍ Y EL AHORA
La única realidad accesible al Ser Luz es el instante presente. No existe otra. El pasado y el futuro son construcciones mentales que operan como anclas psíquicas, desviando la energía vital hacia dimensiones ilusorias en las que el cuerpo se vacía de presencia y queda disponible para interferencias externas. Cuando la conciencia abandona el ahora, deja un espacio que es rápidamente ocupado por entidades que resuenan con la ausencia de sí mismo.
Habitar el momento —cada experiencia de turno, por simple o neutra que parezca— no es un acto pasivo, sino una práctica activa de vinculación con el eje interno. El ahora no es una idea: es una decisión vibratoria. Solo en el ahora es posible sentir con claridad, sostener el silencio mental, evaluar la turbulencia sin juicios, y percibir qué necesita la biología en ese instante. Los parámetros no son compartimentos: son expresiones distintas de una misma coherencia que se actualiza instante a instante.
Aceptar lo que está ocurriendo —sin evasión, sin negación, sin proyección— abre una vía directa hacia el orden original. Esa aceptación no implica resignación, sino una entrega lúcida al pulso real de la experiencia. Desde allí comienza a emerger otra estructura de percepción: una en la que el goce y el éxtasis no dependen de estímulos externos, sino del alineamiento con la propia esencia. Es en esta presencia radical donde la energía se estabiliza y el cuerpo se convierte en un canal legítimo para el Ser Luz.
Estar en el ahora implica dejar de discutir con la realidad. Implica también dejar de necesitar que algo “cambie” para entonces “estar bien”. Estar bien no es un destino: es una práctica interna. El Ser Luz no anticipa, no calcula, no rememora: siente el instante y se orienta desde allí. Cualquier otra modalidad desvía. Incluso una sola frase mental que nos saque del presente puede bastar para fracturar
la coherencia interna.
Por eso, vivir el presente no es un concepto espiritual y ya: es una condición operativa para sostener la desconexión del control, y la única vía real hacia la autonomía vibratoria. Todo comienza por estar aquí. Del resto se encarga el Ser.
GUIARSE POR EL SENTIR
El lenguaje del Ser Luz no es el pensamiento: es el sentir. No se trata de una emoción superficial ni de una sensibilidad romántica, sino de una percepción íntima, certera y directa que emerge del corazón real, no del corazón emocional o herido, sino del centro vibratorio donde habita la verdad.
El Ser Luz no interpreta ni calcula. No divaga, no se justifica, no se pone a la defensiva. Sencillamente es. Por eso, nuestra tarea no consiste en pensar para comprender, sino en sentir para reconocer. Sentir no es una respuesta: es una presencia. Y es en esa presencia donde podemos saber qué nos corresponde, qué no, qué nos fortalece, qué nos desvía, qué es propio y qué fue instalado.
Guiarse por el sentir es entregarse a una inteligencia que no necesita explicaciones. Es volver al cuerpo sutil, a la fibra viva que detecta antes de que el pensamiento intervenga. Implica también aprender a habitar nuestra parte más sensible: la que se conmueve con lo esencial, la que no necesita argumentos para saber que algo es verdadero. El sentir legítimo no tiembla frente a la dualidad, sino que atraviesa cada extremo para reconocer el punto neutro que los contiene.
El que no se detiene a escuchar lo que siente, jamás podrá saber quién es. Porque la identidad verdadera no nace de lo que pensamos sobre nosotros, sino de lo que sentimos al reconocernos. Y sólo desde allí puede el Ser Luz comenzar a operar.
ALIMENTACIÓN COMPLETAMENTE NATURAL
El cuerpo físico es la base desde donde el Ser Luz puede sostener su presencia. La célula es la bóbeda donde se ensambla el gen luz. Y ese gen, como semilla sagrada, necesita condiciones limpias para expandirse. Nada que no sea natural puede colaborar con este proceso. Todo alimento procesado, envasado, manipulado químicamente, o denso —como la carne— impide esa expansión.
Cuando un cuerpo se intoxica, el canal de comunicación entre la conciencia y el Ser Luz se debilita. La matriz reptil no solo controla la mente: también infecta la materia, haciendo del alimento un mecanismo de sometimiento vibratorio. La densidad se perpetúa en cuerpos saturados de toxinas, y en esa densidad, el Ser Luz queda retenido, silenciado, relegado a un rincón sin espacio para manifestarse.
Al nutrirnos con alimentos vivos, frescos, vegetales, limpios, sin etiquetas ni aditivos, comenzamos a restaurar la arquitectura original del cuerpo, permitiendo que el gen luz active procesos que antes eran imposibles. No se trata de una dieta: se trata de recuperar el terreno perdido.
Este cambio debe ser progresivo pero firme. El cuerpo, como la psique, necesita tiempo para desprogramarse de sus dependencias. Pero en la medida que se purifica, se vuelve más receptivo, más sensible, más fuerte. Y es desde ahí que la desconexión puede sostenerse a largo plazo. Porque sin una base física coherente, ninguna intervención regresiva será estable.
SOSTENER LA CONDICIÓN
OBJETIVO PRINCIPAL: APRENDER
Después de años de investigación, práctica clínica y exploración interior, hemos comprendido una verdad fundamental: no estamos aquí por azar. Cada situación vivida encierra un aprendizaje. Incluso aquellas más difíciles, más incómodas o más intensas, tienen algo que mostrarnos.
El aprendizaje es la clave. Y el Humano Luz lo sabe. No juzga. Observa. Comprende.
Cuando grabamos esta comprensión en nuestra estructura más profunda, todo cambia. Aprender se vuelve nuestro propósito, y la vida, un aula maestra.
ASPECTOS DE LA CONDICIÓN
Cada día tiene un propósito: alcanzar y sostener una condición vibratoria coherente. Esa condición es una forma de habitar el mundo. No es un estado idealizado ni una postura rígida. Es una práctica viva, atenta y muy detallista.
Implica desarrollar discernimiento.
Reconocer qué influencia está detrás de cada situación.
No caer en el engaño.
Y sobre todo, disfrutar.
Disfrutar cada momento es clave. Y por extensión: disfrutar del aprendizaje.
Una persona que ha avanzado en esta condición lo expresó así:
“Para hacer lo que hago, debo disfrutar cada instante. Eso me lleva a no pensar.”
Yo sé que esto es cierto; cuando hay disfrute, no hay pensamiento invasivo. Y si el pensamiento aparece,
es señal de que hemos perdido el disfrute.
Hay relación entre ambos estados.
Cada interferencia puede ser una oportunidad. Cada tensión, una enseñanza.
Y esa transformación es lo que nos vuelve soberanos.
Una bestia actúa como actúa.
Pero el Humano Luz elige cómo vivir.
Esa es nuestra ventaja.
Nuestro poder.
Nuestra responsabilidad.
"Consolidar la condición es sostenerte a ti mismo en una nueva frecuencia. No es un acto forzado, ni una disciplina rígida. Es una decisión viva, orgánica, profundamente consciente de sí. No se trata de hacer todo perfecto, ni de evitar toda interferencia, sino de cultivar un estado interno que reconoce cuándo se ha desviado y tiene la fuerza, la ternura y la voluntad de volver al centro.
El camino no es recto ni constante. No importa si caes, si te distraes o si por momentos vuelves a patrones antiguos. Lo importante es que puedas reconocerte en ello, sin juicio, y recordar que puedes rectificarlo. Volver al eje, al cuerpo, a la verdad que viste. Cada retorno refuerza tu centro. Y con el tiempo, la distancia entre una caída y tu regreso será cada vez menor. Ya no perderás días, semanas o meses en una oscilación que no te corresponde. Volverás en minutos. A veces en segundos. Porque habrás reconocido el sabor de tu verdadera frecuencia y ya no querrás sostener ninguna otra cosa.
Nadie puede hacer esto por ti. Nadie puede vivir esta fidelidad por ti. Puedes tener acompañamiento, guía, recursos. Puedes recibir asistencia, contención, claridad. Pero la permanencia en esta condición es responsabilidad tuya. Y no como una carga, sino como un acto de amor y compromiso con lo que eres. Es una madurez vibracional. Una soberanía que se aprende habitándola. Se aprende eligiendo. Una y otra vez.
Sostener la condición no es resistir algo externo. Es no traicionarte internamente. Es sostenerte desde la coherencia. Y esa coherencia no siempre es cómoda, pero siempre es clara. Te dice la verdad sin adornos. Te muestra lo que estás eligiendo con tus actos, tus pensamientos, tu energía. Y si estás en un punto donde puedes verlo sin justificarte, ya estás en camino.
Cuando este estado se vuelve natural, el sentir comienza a hablarte. Todo comunica. Tu cuerpo, tus emociones, tus vínculos, tus sueños, incluso los objetos que usas. Se activa un lenguaje que antes no sabías que existía. Y lo más hermoso es que lo entiendes. Porque estás habitando el mismo código con el que el ser se organiza. Un lenguaje basado en resonancia, en integridad, en lucidez.
La vida deja de ser confusa. No porque desaparezcan los desafíos, sino porque puedes leer su información. Sabes cuándo algo te expande y cuándo te contrae. Sabes cuándo algo es para ti y cuándo no. Sabes cuándo estás siendo tú y cuándo estás repitiendo un guión que ya no necesitas.
Desde este lugar, la idea de volver a interferirte pierde sentido. No porque sea imposible, sino porque ya no es necesario. No necesitas aprender a través del dolor ni seguir dialogando con energías que ya expusiste. Si sostienes tu frecuencia, el campo se organiza en torno a eso. Y si algo aparece que intenta sacarte, no es una trampa ni una amenaza: es una oportunidad de ver cuán profundo estás encarnando lo que ya sabes.
Ya no se trata de protegerte de lo externo, sino de no desalinearte internamente. Ya no se trata de temer al ataque, sino de cultivar una presencia tan íntima, tan lúcida, que ningún disfraz pueda confundirte. Has recordado tu centro. Has experimentado tu verdad. Y ahora puedes habitarla.
Esto es sostener una condición: no como un esfuerzo permanente, sino como una forma de vivir desde la conexión real contigo mismo. Sin adornos. Sin máscaras. Sin interferencia."
Prácticas contraproducentes
A lo largo de múltiples procesos clínicos, ha quedado en evidencia que entidades de cuarta dimensión ejercen un control sistemático sobre estructuras públicas y privadas de todo tipo. Este fenómeno no es circunstancial: dichas entidades han reconocido abiertamente que dominan las cúspides del poder humano y que, desde allí, extraen energía, dirección y beneficio.
También han revelado su aprovechamiento constante de diversas fuentes de energía emocional y psíquica colectiva: creyentes religiosos y espirituales, sanadores, enfermos, fanáticos deportivos, seguidores políticos, núcleos familiares enteros, entre otros. Lo que estas formas de conexión tienen en común es la entrega de soberanía interior a fuerzas externas que operan sin el consentimiento lúcido del individuo.
A partir de mi investigación, he identificado una serie de prácticas que —de forma sutil o directa— podrían abrir puertas energéticas que facilitan procesos de recaptura, posesión e implantación. Entre las más frecuentes se encuentran:
Oraciones dirigidas a terceros: figuras religiosas, santos, maestros ascendidos, personajes bíblicos, imágenes abstractas de “Dios” u otras proyecciones.
Prácticas de la Nueva Era: yoga, reiki, biodecodificación, thetahealing, lectura de registros akáshicos, tarot, repetición de códigos sagrados, meditaciones guiadas o rituales de limpieza con sahumerios.
Visitas a lugares considerados sagrados: templos, ruinas, centros energéticos, cuevas, pirámides u otros sitios cargados de devoción colectiva.
Uso de psicoactivos: desde plantas con fines visionarios hasta alcohol o drogas químicas, cuyo impacto puede abrir paso a planos de alta vulnerabilidad si no se tiene la condición necesaria para sostenerse.
Estados emocionales extremos: tanto positivos como negativos. Toda emoción exacerbada genera vectores de entrada en el campo vibratorio, y esas fisuras son aprovechadas por entidades no sujetas al tiempo, capaces de operar en microsegundos.
La constante en todos estos casos, entre otros, es la cesión del eje interno, la delegación de poder, la desconexión con el núcleo original. La vía de acceso de las entidades no es siempre dramática ni espectacular: suele ser seductora, sofisticada, placentera, incluso amorosa en apariencia.
Por eso, la verdadera conexión con el Ser Luz no se sostiene a través del éxtasis ni la exaltación, sino desde un estado de ecuanimidad anímica. Allí donde la emoción no distorsiona, donde el cuerpo no se fuga del presente, donde la mente no necesita fabricar sentido ni consuelo, se abre la posibilidad de un vínculo limpio, directo, libre de interferencias.